20 de enero de 2014

El destructivo Dakar sudamericano




La prueba automovilística de resistencia nacida en 1979 con el nombre de Rally París-Dakar fue movida a Sudamérica en 2009 por las condiciones de inseguridad prevalecientes en el norte africano desde esos años. Pero la competencia no ha llevado más que destrucción a Argentina, Bolivia y Chile. Ante la indiferencia de las autoridades, sitios arqueológicos de importancia capital y recintos de los pueblos indígenas son literalmente atropellados por vehículos y espectadores, a quienes poco les importa el patrimonio cultural.

El Rally Dakar 2014 que empezó el domingo 5 en Rosario, Argentina, y terminó en Valparaíso, Chile, 13 días después tras pasar por Bolivia, ha dejado una estela de devastación patrimonial nunca vista en la historia de Chile.

Cientos de sitios arqueológicos y de patrimonio indígena en el desierto de Atacama han sido destruidos por los millares de camiones, autos y motocicletas que participaron en esta prueba, la más importante y peligrosa del mundo en su género y llevada al Cono Sur en 2009.

En entrevista con El Ciudadano la vicepresidenta del Colegio de Arqueólogos de Chile y abogada de la Universidad de Chile, Paola González, sostiene que en el contexto de la realización del Dakar “se han cometido delitos contra el patrimonio arqueológico de manera reiterada, frente a los cuales el Estado de Chile ha sido cómplice”.

El Colegio de Arqueólogos se adhirió en marzo de 2013 a un recurso de protección presentado dos meses antes por la Fundación Patrimonio Nuestro y por la organización Acción Ecológica. Dicho recurso buscaba detener el daño patrimonial provocado por la prueba. El fundamento de la acción jurídica se hallaba en la resolución 5216 del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) del 18 de diciembre de 2012, donde se establecía que en las primeras cuatro versiones del Dakar, 216 sitios arqueológicos habían sido destruidos.

Después de un año de tramitación, la Tercera Sala de la Corte Suprema dio a conocer el martes 7 su rechazo a este recurso, arguyendo que los peticionarios carecían de “legitimación activa”, esto es, no eran afectados directos.

González opinó: “La Corte Suprema desperdició la posibilidad de haberse pronunciado acerca del daño sin precedente en Chile (…) pero prefirió desechar el recurso por un aspecto formal en su presentación”.

No obstante el jueves 9 el Colegio de Arqueólogos, junto con dirigentes de los pueblos atacameño, aymará y likanantay, la Fundación Patrimonio Nuestro y la ONG Acción Ecológica presentaron un nuevo recurso de protección con el que se busca que la realización de la prueba sea consultada con los pueblos indígenas afectados y se someta al Sistema de Evaluación Ambiental (SEA).

Dos días después la Corte de Apelaciones de Santiago lo acogió a trámite. Se espera que en dos meses emita un pronunciamiento.­

Uno de los patrocinadores de la iniciativa, el abogado y dirigente aymará de la organización Pueblos Originarios Unidos, Ariel León Bacián, expresa en entrevista con Proceso: “Los indígenas tenemos derechos sobre el patrimonio, reconocidos expresamente en el Convenio 169 de la OIT y en la Ley Indígena. Ya hemos detenido megaproyectos mineros, como Pascua Lama, invocando tales normas. Hoy creemos que estamos en posición de detener el Dakar o restringirlo de tal manera que sea imposible que nuestros lugares históricos y sagrados vuelvan a ser destruidos”.

El dirigente indígena señala que entre otros defectos del Dakar está el hecho de que la ruta no tiene una demarcación adecuada: “No se revisa si hay patrimonio o no… y la carrera supone que muchos de los corredores se pueden perder… ellos tienen como guía un posicionador satelital GPS, lo cual es insuficiente… muchas veces se pierden y terminan destruyendo patrimonio”.

León Bacián manifiesta: “Los indígenas no vemos cuál es el negocio para Chile de hacer el Dakar… Éste más bien es un negocio internacional de productoras europeas, extranjeras, que en definitiva son las que lucran con esto, y Chile y los pueblos indígenas nos llevamos todos los costos”.

Por su parte, Rosario Carvajal, de Patrimonio Nuestro, sostuvo respecto de este fallo: “este es un acto de justicia, pues llevamos años acreditando los daños, mediante informes del Consejo de Monumentos, y hemos recibido respuestas insatisfactorias de la justicia. Chile debe asumir su responsabilidad ante estos hechos. No puede olvidar su patrimonio, su historia, y no puede seguir ofendiendo a los pueblos indígenas, destruyendo sus lugares sagrados y cementerios”.

Aunque las acciones jurídicas han sido lo más destacado como oposición a esta prueba, ha habido otras acciones de repudio. La organización ciudadana Quinto Poder inició el domingo 5 la campaña “No al Dakar”. Ésta llama a adherirse a una carta publicada el viernes 3 en el diario El Mercurio por Mauricio Uribe, presidente de la Sociedad Chilena de Arqueología:

“A pesar del paso del tiempo, las particulares condiciones del desierto de Atacama en el norte de Chile han permitido la conservación de insospechadas y significativas evidencias de las ocupaciones que allí se desarrollaron por más de 10 mil años y que han aportado al conocimiento de la presencia humana en América. Entre ellas las rutas, senderos y caminos que desde tiempos prehispánicos dejaron los movimientos de hombres y mujeres que por siglos conectaron los poblados y recursos de este particular territorio.”

En esa misma misiva se afirma: “Los lugares más atractivos para gran parte de los extranjeros que visitan Chile son sus paisajes prístinos y las muestras de su pasado”. Por lo anterior, afirma, es “absolutamente injustificada esta alteración y afectación que provoca el Dakar al paisaje y al patrimonio cultural del desierto de Atacama”.

De acuerdo a lo señalado a este corresponsal por la encargada de comunicaciones del Colegio de Arqueólogos Ximena Cifuentes el Desierto de Atacama es uno de los paisajes más antiguos del planeta: la ausencia de precipitaciones, la aridez extrema de su clima y ausencia casi total de elementos erosivos, hacen de este lugar un espacio único para la conservación de restos materiales, orgánicos, biológicos y bioantropólogicos, por lo que constituye un reservorio de material arqueológico, paleontológico y bioarqueológico, único en el planeta y altamente sensible para la comunidad científica mundial”

Nada de esto parece importarle al presidente Sebastián Piñera quien ha promovido fuertemente la realización de esta prueba en Chile, consiguiendo incluso que el 2013 ésta terminase frente a La Moneda.

El 12 de diciembre de 2012, al presentar la competencia venidera, sostuvo que para Chile “es un gran privilegio tener por primera vez la llegada de esta competencia. El desierto de Atacama volverá a ser la estrella, con el privilegio de recibirla en Santiago”.

Resulta contradictorio que, pese al daño patrimonial causado por el Dakar, en uno de los carteles promocionales de la versión 2014, hecho por el gubernamental Instituto Nacional de Deportes (IND), aparezca la imagen de un corredor de pie, en cuyo fondo aparece un petroglifo (grabado sobre roca obtenido por descascarillado o percusión, propio de pueblos prehistóricos) y la frase: “Corre con el Dakar a cuidar el patrimonio”.

Reporte de daños

En mayo de 2011 el CMN emitió el Informe técnico de evaluación, realizado por su Área de Arqueología, en el cual informó que el Rally Dakar “constituye una actividad altamente dañina para el patrimonio arqueológico e histórico” de Chile.

Allí se detalla que en 2009, cuando los evaluadores del CMN sólo pudieron inspeccionar a posteriori 10% del total de kilómetros recorridos en esta competencia, “se constató la alteración grave de seis sitios arqueológicos, algunos con una antigüedad mayor de 4 mil años”.

En la quebrada Pelícanos (comuna de La Higuera, región de Coquimbo), se destruyeron los vestigios de un campamento de pescadores que data de entre 2 mil y mil años antes de nuestra era. También se dañaron los sitios San Antonio 2, Majada El Tomate 1 y 3, además de una agrupación de sitios denominada Área Arqueológica Pampa Austral Camino Oeste.

El 2010 se dañaron 52 sitios arqueológicos, que equivalen a 50.5% de los 103 que eran objeto de medidas de protección. No se tuvo conocimiento del daño causado en otras zonas donde hubo cambios de trazado de rutas de última hora dispuestos por la organización, desvíos o competidores perdidos.

En la competencia del año siguiente se evaluaron sólo 283 sitios, de los cuales 486 fueron previamente registrados y objeto de medidas de resguardo. En ellos se constataron daños en diversos grados en 126 (44.5%). Cuatro de los sitios destruidos correspondían a cementerios y 16 a asentamientos indígenas. En 2012, de 97 sitios estudiados después del rally, 24 aparecieron como dañados o completamente destruidos.

Según el informe del CMN Evaluación del impacto sobre el patrimonio arqueológico del Rally Dakar 2013, en esta competencia se reconocen 12 sitios dañados. Pero en el mismo informe se apunta que no se pudo hacer una inspección adecuada, entre otras razones por no disponer de vehículos todo terreno que facilitaran el trabajo fiscalizador.

González dice que entre los sitios destruidos por el rally “hay trayectos del Camino del Inca, tambos (centros de acopio y albergues en el Camino del Inca), como El Medanoso, lleno de huellas por donde han pasado los competidores; conchales como el de Punta de Teatinos, al norte de La Serena, destruido luego de que se estacionaran sobre él motos del Dakar”.

La arqueóloga informa que este último daño –como muchos otros– no fue considerado en el informe oficial de Monumentos Nacionales porque ellos, entre otros errores y omisiones, “restringen el área de influencia del Dakar solamente a la unión lineal de puntos de trayecto que sigue la competencia y no están considerando los lugares en que se pone el público a mirar la competencia, donde se producen numerosos daños”.

Cita lo ocurrido con los geoglifos de Chuc Chuc, cuando la gente se subió en ellos para ver la competencia; eso no se consideró en los informes de daños. La dirigente de los arqueólogos denuncia que esta minimización del daño ocurre porque el IND no ingresa esta competencia al SEA.

“Entonces ellos definen arbitrariamente el área de influencia de su actividad… Si ingresaran al SEA estarían obligados a considerar el daño ambiental de todas las actividades relacionadas con el Dakar, como los campamentos, los espacios usados como estacionamientos, los lugares donde se pone el público a mirar la competencia.”

González responsabiliza del daño patrimonial directamente al Consejo de Defensa del Estado, al cual acusa de incurrir “en completo abandono de deberes”, puesto que, pese a ser la institución encargada de ejercer la acción por daño ambiental y arqueológico, nada ha hecho para impedirlo.

“Rally” de la muerte

El Rally París-Dakar se originó en 1979 luego de que el piloto francés Thierry Sabine, habiéndose perdido en el desierto de Teneré, estimó que su experiencia era digna de una competencia internacional.

En 2008 el rally se vio obligado a marcharse de África luego de que se dieron innu­merables muestras de repudio en los diversos países en los cuales esta prueba recaló –incluyendo amenazas terroristas–, lo que orilló al gobierno francés a desaconsejar su realización y a restarle apoyo.

En 2009 la empresa gestora y dueña de la competencia, Amaury Sport Organization, decidió hacer la versión 2009 en Argentina y Chile.

Estos países pagaron –cada uno– 6 millones de dólares para realizar la versión 2014 de esta competencia, mientras que Bolivia desembolsó 4 millones.

En el Rally Dakar 2014 participaron –en sus cuatro categorías– 431 vehículos: 174 motos, 147 automóviles, 70 camiones y 40 cuadriciclos. Este Dakar fue el de mayor exigencia de los disputados en Sudamérica: en sus 13 etapas se recorrieron casi 5 mil kilómetros, lo que supuso un aumento de 50 kilómetros por etapa en relación con la competencia anterior. “Este alargamiento afectará a todos. Para las motos y cuadriciclos habrá además dos etapas maratón que los obligarán a correr economizando aún más. Esto es el espíritu del rally raid”, señaló el director deportivo del Dakar, David Costera, según consta en la web oficial.

En todas las versiones del Dakar siempre ha muerto alguien. Hasta el cierre de esta edición habían fallecido en la actual versión tres personas: el motociclista belga Eric Palante, a quien se encontró sin vida el viernes 10 en el kilómetro 143 de la etapa especial de Catamarca a San Miguel de Tucumán, Argentina; y los periodistas argentinos Eduardo Dambrosio y Agustín Mina, quienes murieron un día antes cuando se despistó la camioneta en la que viajaban. Con éstos, el número total de muertos en la historia del Dakar es de 62.

Por ello en Argentina, Bolivia y Chile se han abierto debates respecto a la pertinencia o no de que los gobiernos amparen y financien esta prueba.

El Clarín de Buenos Aires publicó el lunes 13 la nota Peligro, viene el Dakar, en la cual sostiene que “la llegada del Rally Dakar a Sudamérica, allá por enero de 2009, fue recibida con bombos y platillos, porque el desafío más duro del planeta atravesaba por primera vez estas latitudes olvidadas, vírgenes de este tipo de aventuras (…) Pero con el tiempo esa escoba dejó de ser nueva, y dejó de barrer bien. El Dakar trajo acción y drama, pero también trajo muerte”.

El arqueólogo chileno, doctor en antropología cultural Horacio Larraín publicó el sábado 4 en su blog Eco Antropología un artículo en el cual pregunta: “¿por qué, pese a toda la destrucción material y las pérdidas de vidas el Dakar es y ha sido acogido por territorios vírgenes de naciones incautas del tercer mundo?”.

Responde: “Porque esos territorios tienen exquisitos y poco conocidos desiertos, de arenas y piedras, lugar ideal para probar máquinas de última generación (las que después se venderán a precios enormes, con el rótulo: ‘probado en el desierto de Atacama’); porque esos países tienen legislaciones protectoras de su naturaleza y cultura, frágiles, débiles o permisivas (como la chilena); porque sus ciudadanos tienen, por desgracia, todavía una escasa conciencia ecológica, o recién ésta empieza a despertar en ellas”.

Francisco Marín – @amigopancho

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