20 de julio de 2015

Víctor Heredia: Taki Ongoy. Las lágrimas de América

Para contestar el interrogante sobre quiénes somos es necesario conocer quiénes fuimos más allá de lo que nos contó la historia oficial sobre la Conquista. Esto es lo que hizo el cantautor, promover una nueva mirada primero desde el disco y ahora desde un libro.


Laura Garaglia
Foto: maximiliano luna
19 de Julio de 2015
Una niña en los años 80 asiste a un acto de su escuela, es el Día de la Raza y el mismo acto se replica en todas las primarias. Un compañero vestido majestuosamente baja de una embarcación de papel afiche junto a otro que igualmente ataviado tiene un catalejo de cartón, se cruzan en escena con otros compañeritos, disfrazados con plumas de cartulina de colores y taparrabos, las mejillas pintadas con corcho quemado. En ese encuentro unos bajan la cabeza ante la suntuosa autoridad de los otros. Son los "indios", no se llamaban "pueblos originarios". Esa era la liturgia escolar que llevaba siglos aquí y allá y cuyo cuestionamiento era resistido. Esa misma nena va a un recital con su tía y todo cambia. Al principio, las letras de las canciones son incomprensibles. Hablan ellos, los salvajes. Es 1986, Taki Ongoy en el Luna Park. La propuesta poética musical de un cambio de paradigma que Vítor Heredia estaba proponiendo a su público.
A Víctor Heredia estas historias le llegan constantemente. Cada persona que se acerca a hablarle de esta obra ahora, en ocasión de su edición como libro, le entrega una página más de la experiencia que significó que un profesor, una maestra, algún familiar le acercara estas canciones, algunas de las cuales, como tantas del autor, ya son parte del corazón de la música popular de nuestro país. 
El disco ha recorrido un largo camino que incluye una nueva grabación en 2006 en vivo, en el vigésimo aniversario y también su pasaje al formato libro: Taki Ongoy. Las lágrimas de América.

-¿Por qué se edita en forma de libro recién ahora, casi 30 años después de la salida del disco?
-La idea no es mía, sino del Grupo Larsen, que se dedican desde la editorial Imaginador, a editar obras relacionadas con cuestiones sociales, científicas, revisionismo histórico, y sobre todo la historia de pueblos originarios, la cultura precolombina. Ellos son muy admiradores del disco y siempre se preguntaban por qué no se había hecho libro todavía esta obra que fue disparadora y que significó todo un proceso de re y de in-volución en ciertos sectores de la historia. Este libro además de las letras de las canciones y una especie de glosario muy somero que yo hice en ese momento, fue enriquecido con comentarios en los márgenes, con información sobre hechos y figuras que la historia desconoció o soslayó. Taki Ongoy es una obra que se puede escuchar y que te dispara una serie de preguntas que el libro, ahora, responde. 
-Cómo surgió para vos la inquietud de hablar de este tema en ese momento, antes del fuerte revisionismo que desató el Quinto Centenario del llamado Descubrimiento. 
-A mí siempre me interesó el tema y en ese momento me empecé a interiorizar y a medida que leía me iba calentando, porque, pensaba, "pobre gente, además de haberles cortado las orejas, las cabezas, las manos por robar una gallina, o por oponerse al maltrato, les cortaron la lengua también, porque no los dejaron hablar en la historia". Y Sarmiento vino y puso la lápida final. Entonces pensaba por qué, con qué derecho. Hubo un silencio impuesto que después se trasladó al resto de la historia. De hecho hay nombres que pertenecen a nuestra historia, que se mencionan en la obra, como Chelemin, que son nuestros, que son partes de las luchas por el territorio argentino que no se conocían.
-¿Por eso quisiste hacerlo de esta manera, en primera persona dando la voz a aquellas figuras que habían sido acalladas? Porque vale recordar que la obra es un recorrido de distintas situaciones dramáticas, pueblo por pueblo, período por período. 
-Hablo en primera persona porque esto se tenía que conocer. Pensé que el que lo quiere cantar también lo tiene que cantar en primera persona. Tiene que sentir esto en carne propia: a mí me pasó esto, yo soy parte de esta tierra. Quizás surja también de una situación de un libro de Ray Bradbury que a mí me llamó mucho la atención, que es Crónicas marcianas, cuando llegados al Planeta Marte los colonos terráqueos los hijos les preguntan a los padres si había marcianos y el padre le responde "sí, ¿no los vieron todavía?, no, no los vimos, bueno, fíjense cuando las lunas de Marte reflejan la luz sobre los canales de agua, seguramente los van a ver"; y los chicos van, y se pasan las noches tratando de descubrir en el agua o en las orillas a los marcianos y vuelven desencantados y le dicen al padre: "Papá, hemos estado noches observando a la luz de la luna reflejada sobre los canales y no vimos a ningún marciano". "¿Pero no vieron nada nada?", pregunta el padre; "no, sólo nuestros rostros reflejados en el agua"; "Esos son los marcianos". Es tremendo. Cómo uno no asume ser lo que es. Porque te prohibieron ser lo que sos, te dijeron que tus ancestros eran zaparrastrosos, ladrones, belicosos, violadores, salvajes que se oponían al progreso y con eso justificaron la Conquista de América, la del desierto y todos los latrocinios de las familias patricias de este país sobre la tierra y sobre las potestades y las propiedades de los pueblos originarios. Si piensan qué nos enseñaron de nuestros ancestros decimos pobre de mí, gracias a Dios que vinieron Pizarro y Cortés y que nos descubrieron y nos civilizaron. ¡Qué nos van a civilizar! Se asustaron, encontraron cosas que los impactaron, que creyeron hasta diabólicas. ¿Cómo hicieron los pueblos originarios para construir Saqsaywaman, por ejemplo? Había inteligencia. Una inteligencia que los había llevado a hacer la pirámide de Tenochtitlán con más perfección que las pirámides de Egipto. Aquí se había descubierto una plantita que salvó del hambre a toda Europa que es el maíz. Acá se descubrió el cero 700 años antes que en Europa. Cuando los conquistadores encontraron los códices mayas decidieron romperlos. ¡Y lo que se habrá perdido y lo que se habrá robado!. Nada de eso nos enseñaron en la escuela.
-¿Cómo fue el largo proceso de elaboración del disco en un momento en el que no había tanta bibliografía disponible?
-Pedí ayuda. La primera que me dio una mano fue María Inés Leonardi, que era la directora del Instituto de Arqueología de la Rioja, que muy honestamente me dijo que ella no era la persona ideal para guiarme para escribir una obra semejante y me recomendó a Alberto Rex González. Yo no tenía idea de quién era. Lo llamé y a la hora estaba sentado en el living de casa tomándose un mate conmigo muy entusiasmado frente a la posibilidad de que todo el trabajo que él y sus compañeros antropólogos venían haciendo tuviera llegada a un público popular. Le mostré lo que tenía escrito y ahí me dijo una frase tremenda: "me parece que usted va a tener que estudiar". Estas cosas hay que contarlas porque son maravillosas, porque uno cree que sabe, y con la poca bibliografía que yo había tenido a la mano, él me dijo: "no". Me transformé de nuevo en un estudiante universitario, bajo su mirada protectora y exigente. Le dije "Maestro, ¿por qué me exige tanto?", porque me tomaba lección, y él me miró con mucho cariño y dijo "Porque lo van a matar. No se lo van a agradecer, le van a mandar a todos los sabihondos de este país a decir que esto es una mentira. Entonces usted tiene que refrendar lo que dice en bella poesía en datos y referencias de la historia. Usted no puede fracasar, porque si usted fracasa, fracasan nuestros estudios." Y se lo agradecí mucho, lo extraño mucho, me habría gustado que estuviera ahora, viendo el libro. 
-Luego del largo período de silencio de la dictadura militar, con el regreso de la democracia tu voz retomó muchas canciones, casi himnos populares y, además, contribuiste a romper ese silencio con Taki Ongoy. ¿Por qué? ¿Cuál era la importancia que eso tenía para vos?
-Para mí era algo fundamental porque todo el oprobio de la censura a los partidos políticos, el cercenamiento de los derechos colectivos e individuales durante la etapa de la dictadura, era un intento más que obvio de modificar nuestra cultura y nuestro futuro, manejar el país como si fuera un barco para estrellarlo contra el neoliberalismo. Y con los pueblos originarios había pasado lo mismo, una cultura se había impuesto a la otra desde el miedo, la censura, la prohibición de los ritos. La Iglesia de la Inquisición había puesto en manos de los españoles conquistadores la potestad de ejercer la fuerza sobre esos pueblos. Esa Iglesia había negado que estos hombres, mujeres y ancianos de estas tierras tenían alma. Ese proceso de destrucción tenía una existencia tácita y cuando encontré la forma de expresarlo, de decir con claridad lo que les había pasado a estos pueblos, me di cuenta que también estaba hablando de mí. De ahí el uso de la primera persona que mencionamos antes. Por supuesto que las circunstancias y la intensidad del sufrimiento no eran las mismas, ni, pero había muchos puntos en común. 
-El disco (y el libro) cierran con "Una tierra sin memoria", que expresa tu visión sobre la historia. 
-Pero después esa memoria hubo que refrendarla en hechos tan extraordinarios como los que planteó Kirchner con la bajada del cuadro de Videla, con lo que apoyó la lucha de Madres y Abuelas, para grabar una memoria que de otra manera los argentinos hubiéramos perdido. Yo vivo este momento con profundo orgullo porque me siento partícipe desde esta obra de un pensamiento nuevo en Argentina. No me pongo en el lugar de un héroe pero creo que fue importante contar lo que conté no sólo á través de Taki Ongoy sino tambén de canciones como Aquellos soldaditos de plomo o Informe de la situación. Fue una forma de darle una herramienta a la gente, de que se sientiera acompañada. Las canciones o los libros no descubren, si no que acompañan. En todo caso, si descubren algo descubren es un rumor, un pensamiento que ya está en el aire y uno sólo se encarga de escribe.

Cuando se presentó Taki Ongoy, Pacho O'Donnell remarcó la importancia de disputar la verdad histórica, de romper el círculo vicioso de las verdades instituidas de manera oficial, de darles voz a los vencidos. 
Esto es, precisamente, lo que había hecho Víctor Heredia con su intuición de artista primero desde la música. El libro, muy posterior, es una forma de ampliar referencias, de subrayar lo importante, en suma, de insistir sobre un tema clave que forma parte del la historia de los pueblos de América y que merece una nueva mirada. 

Fuente: Tiempo Argentino

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