Una voz única irrumpió desde lo profundo de la tierra y llegó para cambiarlo todo. Una voz rebelde que cantó versos de realidades arduas, de trabajadores del campo y la ciudad, de pueblos que se levantan contra la opresión y gritan libertad. Una voz que marcó un antes y un después en la historia de la música popular de América latina, que sembró la semilla del compromiso desde el Nuevo Cancionero, que eludió prejuicios musicales y censuras políticas, que atravesó las fronteras y hoy es marca de un tiempo en todo el mundo. La voz de Mercedes Sosa, y una crónica que parte desde nuestra identidad como pueblo y registra toda una época de luchas y combates. Opina su hijo, Fabián Matus, y el crítico musical Santiago Giordano.
1. Es tiempo de volver, se dice Mercedes Sosa los primeros días de 1981, allá lejos, en Madrid. Así se piensa el futuro, se recuerda con el alma y el corazón en el destino de sus hermanos latinoamericanos. Y allá está ella, en el fin de su exilio: buscando rostros y voces para volver a abrazar. De regreso al continente –cotidiano y ancestral– quemado por el dolor de sus pueblos, una vez más. Así lo vuelve a ver, Mercedes, desprendida de los miedos que sufrieron sus colegas y compañeros en dictaduras, e imagina su voz recobrada en nuevas canciones y poesías en el viento. La pura raíz de un grito destinado a crecer y a estallar.
¿Quiénes esperan, una vez más, a la genial tucumana nacida el 9 de julio de 1935, el rostro con el color de este mapa, con los ojos rumbo al horizonte, vestida de canciones urgentes? ¿A dónde se recobra ella misma, Haydée Mercedes Sosa, la cantora absoluta de los trabajadores, los olvidados, las mujeres acalladas y los hijos de la tierra? La que surgió de la pobreza (el padre en un ingenio, la madre cosiendo para otros) y, con los ritmos y paisajes en la piel, cantó poesías fundamentales para siempre.
¿Hacia dónde, en pleno siglo XXI, regresarán los cientos de miles forjados en su canto liberador, frente a nuevas políticas que hambrean, excluyen y contaminan en formas inimaginables? Queda mucho por volver a captar acerca de las dimensiones estéticas, y sobre todo políticas, del canto de Mercedes Sosa. Ella sigue interrogando en el espejo de las nuevas generaciones. Las nuevas voces del canto popular de América Latina.
Desde que se fue, el 4 de octubre de 2009, no es extraño que la voz de Mercedes Sosa siga creciendo: fueron 50 discos en 50 años, cinco póstumos, y un legado musical y de pensamiento con vigencia impresionante. Primero, en los oídos y artistas emergentes de la música de raíz folklórica sin tanta difusión masiva, que continúa la senda estética y vocal de Mercedes Sosa, pero también en el rock, en el tango y en las simples canciones: en distintas músicas de todo el mundo.
Sin tradicionalismos inventados, sin discursos de gauchos turísticos, otros artistas eligen sintonizar con el arte sustancial de la Negra Sosa. Por eso, ¿cómo no recobrar momentos y episodios clave de su universo de cantora? Lejos de los sonidos que estandariza el mercado como única opción de consumo, la multiplicidad y riqueza de la obra de la Negra Sosa sigue cantando para todos. Su voz espera por delante.
2. Así también habían sido sus primeras armas entonadas en Mendoza, apenas adulta, luego de haberse criado en el Tucumán ardiente y sin postal de revista Billiken: viendo la explotación de los trabajadores de la zafra, dedujo y concibió a quiénes les cantaría, abrazando el motor vanguardista del Nuevo Cancionero: aquel movimiento que, con gesto moderno, trascendió el folclorismo de paisajes vacíos para mirar al hombre cotidiano. ¿Qué vuelve con ella entonces, primero? Claro: su primer destino luego de Tucumán…
Es Mendoza y para ella, será siempre un mundo nuevo: una revelación. Corre la segunda mitad de 1957 y acaba de casarse con Manuel Oscar Matus, el Negro, aquel músico nocturno y hablador que la deslumbró: la guitarra, las canciones, la mirada política de izquierda. Y lo supo: el folclore no sólo podía consagrarse a cantar paisajes. "Entré en un mundo desconocido, el mundo de los escritores, los escultores, los pintores, los intelectuales. Estaba deslumbrada por tanta gente creativa, cultísima y buena", cuenta ella en Mercedes Sosa. La Negra, de Rodolfo Braceli.
Y bajo el sol y las noches de Mendoza estaba una serie de creadores (Antonio Di Benedetto, Carlos Alonso, la chilena Iverna Codina, entre otros) que se motivaban y pivoteaban –con afinidades y diferencias– alrededor de Armando Tejada Gómez: el poeta, locutor, y hombre con múltiples oficios. Él también iba a ser inspirador de la voz con sus canciones innovadoras con música de Matus: "Los hombres del río", "Tropero padre", "Zamba del riego", "Zamba de los humildes", "La zafrera", "Zamba de la distancia", entre varias. Melodías que son vanguardia. En afinidad con otras visiones anteriores, como la del grupo de poesía La Carpa (de Tucumán) en los años cuarenta, y las que vendrían en plenos setenta (la canción nueva en el Litoral), los intelectuales de Mendoza abrazaban debates con un foco: el destino de la canción era político porque era a la vez estético, con calidad para todos.
A los 22 años, Mercedes Sosa no es ya una artista fogueada como Oscar Matus, que también tiene origen popular y un camino en la música folklórica: toca y canta desde 1948 en radios, peñas, escenarios. Su hermano del alma, Tejada Gómez, ya cuenta varios premios literarios, a la vez que trabaja como locutor en LV 10 Radio de Cuyo. Claro que Mercedes también le debe muchísimo a la radio: siendo adolescente y con el seudónimo de Gladys Osorio, para que no se dieran cuenta sus padres, había participado en un concurso de LV 12 Radio Tucumán, cantando "Triste estoy", de Margarita Palacios. Lo ganó y así comenzó a cantar las canciones que popularizó antes Antonio Tormo; firmó un contrato y se largó con alguna que otra cueca en la radio…
Fuente: Sudestada
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