La comunidad tseltal, en el norte del estado mexicano de Chiapas, lleva 25 años organizándose cooperativamente con el apoyo de la Universidad Interamericana y ha logrado inaugurar cuatro cafeterías que le sirven de boca de comercialización para su café agroecológico. La experiencia les permitió a los agricultores familiares obtener su propio precio justo y dejar de lado tanto la explotación del coyotaje (intermediarios) del mercado local como la dependencia del precio internacional fijado por los concentradores mundiales del mercado. Una historia que merece ser conocida.
En Chilón, Chiapas, 244 familias indígenas tseltales productoras de café y miel desafían varios de los postulados capitalistas. En un proceso de cooperación iniciado en 1993 han logrado mantener un precio fijo por encima de los mercados internacionales al formar su propia cadena de valor sin necesidad de recurrir a los intermediarios que los explotaban.
En un proceso lento pero firme, lograron organizar una planta-escuela de café que les asegura la continuidad de la producción, abrieron una pequeña cadena de cuatro cafeterías universitarias que les sirven de boca comercializadora, organizaron su propia microfinanciación para evitar la usura de los prestamistas y actualmente exportan el 90 por ciento del café tostado que producen a los Estados Unidos.
La historia comienza con una microempresa llamada Bast’ il Maya, inaugurada en 1993, que buscaba organizar el trabajo y mejorar los ingresos de los productores explotados. Por entonces eran solo 22 familias cafeteras de 30 comunidades, apoyadas por un grupo de jesuitas. En 2001, este grupo original y otros afines formaron la Cooperativa Ts’ Umbal Xitalha’, que desde un principio tuvo en claro que la unión no era un mero emprendimiento comercial sino que también serviría para atender los problemas de la comunidad en la que vivían. Su filosofía es buscar el máximo beneficio social, no la utilidad.
A partir de 2006, empezó a colaborar con el grupo la Universidad Interamericana que los ayudó en la organización de la cadena comercial propia. Fue en la sede del Distrito Federal de esa entidad que se inauguró la primera cafetería Capeltic, que les permitió cerrar el círculo con el manejo de la producción y la venta directa.
Para completar el círculo económico, en 2013 comenzó a funcionar la organización Comon Sit Ca’ Telcic, para asistir financieramente a las familias productoras, con fondos que obtienen del programa estatal FIDES ECOSOL (una línea de microcréditos para empresas de la economía social y solidaria), además de organizaciones y fundaciones internacionales como Caritas Suecia, un programa internacional del gobierno de Japón y un programa social del Banco Nacional de México (BanaMex).
Uno de los secretos del avance del proyecto fue la decisión temprana de apostar a una calidad de café superior. Para eso, reacondicionaron la tierra y se dedicaron a desarrollar cultivos agroecológicos. La creación de la planta tostadora que sirve también de Escuela de Café permitió crear un ámbito para que los hijos de los campesinos puedan especializarse y mejorar la dinámica del trabajo en común.
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