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22 de septiembre de 2016

El origen de Bariloche y sus rastros indígenas

Numerosos relatos desmienten que el gran lago haya sido un territorio vacío. El periodista e investigador Adrián Moyano persigue esas huellas ocultas y asegura que había un gran movimiento económico de los pueblos originarios en la zona.

DANIEL MARZAL
dmarzal@rionegro.com.ar

Punto de encuentro. Adrián Moyano sostiene que el Nahuel Huapi era un lugar de contacto interétnico. (Marcelo martínez)


Los pueblos indígenas que tenían presencia activa en torno al lago Nahuel Huapi cuando llegaron los primeros “wingka” para establecer el poblado hoy conocido como Bariloche fueron ignorados por la historia oficial, pero dejaron una huella inocultable que se empeña en subsistir.

Numerosos relatos de viajeros como George Musters y el perito Francisco Moreno –y aun de los jefes de las avanzadas militares de la llamada Campaña del Desierto– dan cuenta de esa presencia y desmienten que el gran lago haya sido un territorio vacío y disponible para una colonización no traumática.

El periodista e investigador Adrián Moyano trabaja desde hace años en ese rescate y asegura que había en la región una importante actividad económica de los pueblos originarios, aunque hasta hace muy pocos casi no existían registros formales. “La única biblioteca que existía es era la de la justificación del despojo, muy desconocedora de la memoria de los propios mapuches” subrayó, en diálogo con “DeBariloche”.

De Küla Lamgen a Catedral

Ese ocultamiento se impuso también a la hora de nombrar las calles barilochenses.

Sólo el barrio El Frutillar, en el Alto, recuerda a algunos antiguos “longkos” con influencia en la región. Mientras que en el centro las calles homenajean a Moreno, a Mitre, a San Martín y también al general Villegas, el sargento Rolando y al vicealmirante O´Connor; a notorios ex funcionarios como Ángel Gallardo, León Quaglia y Clemente Onelli y a pobladores pioneros como Primo Capraro y Ada Elflein.

La omisión de los pueblos originarios en la toponimia local es más que evidente. Moyano refiere por ejemplo que el cerro Catedral se llamaba originalmente Küla Lamgen (tres hermanas).

La denominación original del cerro Otto era Wenu Lafken, porque había allí una laguna que se secó, el Campanario era Kultrün Maguiza (montaña del kultrün) y el lago Gutiérrez se llamaba Carilafken.

Silenciamiento

El especialista señaló que nada es casual y aquella ofensiva “civilizatoria” que comenzó a fines del siglo XIX estuvo orientada por una “política de desterritorialización de los pueblos originarios” y una definida “táctica de silenciamiento”.

Dijo que “las identidades se construyen política y culturalmente” y hay conceptos actuales que deben ser desechados. “Pensar una historia indígena desde la ciudad es forzoso” señaló, porque su forma de vida no estaba organizada en asentamientos permanentes.

También relativizó el empeño en asociar territorios con etnias puras. Si bien identificó a los pueblos originarios presentes en la zona como mapuches (en la periferia del lago) y gününa kün (tehuelches del norte) que realizaban incursiones comerciales en Ñirihuau y los sectores de estepa destacó que Inacayal era hijo de padre pehuenche y madre gününa küna.

Los datos más antiguos de la presencia indígena en la región corresponden a las incursiones de los curas Nicolás Mascardi y Juan José Guillelmo (a fines del siglo XVII). Más cerca en el tiempo hay otras referencias que desmienten la versión del territorio “desierto”. Moyano destacó por ejemplo que fray Francisco Menéndez documentó en 1794 un encuentro con el lonko Manke Wuenüy en la desembocadura del Ñirihuau, actual límite entre Bariloche y Dina Huapi.

Dijo que de sus observaciones se puede deducir que el Nahuel Huapi “era una zona de contacto interétnico”, dijo Moyano.

Algunas décadas después llegó desde el sur George Musters, acompañado por un grupo de aonikenk (tehuelches del sur), con quienes acampó en la zona de la actual Pilcaniyeu. Musters dejó sentado que desde Tecka (actual Chubut) hacia el norte empezaba “el país de los araucanos”. Y faltaban todavía unos diez años para la Campaña del Desierto.

También en esos años llegó el perito Moreno, autorizado por Sayweke desde Neuquén, y su relato indica que en cercanías del gran lago vio columnas de humo que atribuyó al lonko Inacayal y le pareció ver sembrados en lo costa sur, donde hoy está Bariloche.

Moyano refirió que existen documentos escritos según los cuales tres años antes de la Conquista había cultivos de habas, papa y quinoa en las tierras más aptas del Nahuel Huapi. Y que comunidades con presencia actual, como los Ranquehue, de Virgen de las Nieves, “residen en la zona desde 1875”, luego de ser corridos de otro espacio territorial.

Canoas y caballos

Explicó que originalmente “el pueblo mapuche era fluvial y canoero, “hasta que adoptó el caballo” traído por los europeos en el siglo XIX. Hacia el siglo XIX su economía era básicamente mercantil y ganadera.

Dijo que muchos cronistas contribuyeron a ocultar esos datos con “malabarismos discursivos”, a los que emparentó con lo ocurrido en las escuelas, donde les prohibían a los chicos hablar mapuzungun y se les transmitió la idea de que “los espacios territoriales no albergaron pueblos independientes del Estado argentino”.

“Debieron aprender a sobrevivir en un plano de subordinación y empezaron a emplearse en estancias, proceso de proletarización que llega hasta hoy”.

“El capitalismo llega con la Campaña del Desierto y complejiza todo. El Estado tuvo la urgente necesidad de argentinizar territorio y población”.

Fuente: Río Negro

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