NUEVO CICLO - TIEMPO Y ESPACIO DE CELEBRAR NUESTRO
TERRITORIO
De forma colectiva, comunal
e intercultural nos convocamos en cada Territorio de la Nación Diaguita a
renovar nuestras fuerzas espirituales, a fortalecer nuestra energía con cada
espacio territorial en complementariedad con cada uno de los elementos
indivisibles que nos interrelacionan a la madre tierra, reafirmando nuestra
continuidad como Pueblo Nación preexistente.
En este tiempo y espacio
revivimos cada uno de nuestros vínculos umbilicales con el corazón de la
montaña, la sabia de la tierra, la naciente de los ríos, la naciente y el
poniente del sol, la casa del sol, la luna nueva, las lunas llenas, la casa de
la luna, el arko ire, el viento del sur, el viento norte, el trueno, el rayo, el
danzar del suri, el trinar de los pájaros, el retozar de los talkas (guanacos),
el florecer de las kupusas y chachakomas, son algunos de nuestros idiomas en el
territorio que expresan una filosofía de vida que reafirman nuestro legado
ancestral.
El agua, el alcohol, el
yerbiao, el aguardiente mezcla'o con la medicina ancestral, los vegetales, los
minerales y animales, son los elementos vitales para nuestra protección donde
se lo embebe al yoki, el cuál representa el urdimbre y la trama inquebrantable
de nuestro tejido social, simbolizando el equilibrio, la reciprocidad, el día,
la noche, la oscuridad y la luz.
La chicha, la aloja y la
ulpada, son los ríos, las vertientes, las lagunas, los ojos de agua, que mojan
el vientre fértil de nuestro territorio ancestral, aflorando nuestros
sembradíos, pastoreos, protegiendo nuestra biodiversidad que está representada por la
koka y las lanas de colores.
Como Pueblo Nación Diaguita,
somos parte de un todo, necesitamos armonizar nuestras energías con los saberes
ancestrales para abrir el pachacho, renovando nuestro compromiso con las
fuerzas de la naturaleza, con todos los seres que en ella habitamos y por sobre
todas las cosas de forma recíproca, ofreciendo el convido de tistinchas, guatia,
moti de mays kapia, anchi, moti de habas, tostao, chilkan, semillas,
algarrobas, chañar, Miel, Patay, etc. en fin todo lo que cultivamos y
cosechamos en cada vuelta de año.
Cada espacio territorial aporta
la fuerza para que germinen las semillas de un nuevo ciclo, donde no tiene que
faltar el aventar del viento frío (sur) para que se lleve lo infértil, y nos
libere de las malas energías que atacan y usurpan nuestros territorios, el aventar del viento
zonda (viento norte) para enterrar y tapar las semillas, el calor del fuego
para dar luz a nuestro devenir, encendiendo el aroma de la ruda, el cigarrillo,
ajo, romero, jarilla, kosnanckina, kaslanchin, tramontina, yareta, kopatola,
espinillo, alukema o contrayerba, cola i león, pluma de cóndor, lana negra,
incienso, nido del kenti y moye que nos propiciaran el humo sagrado para sahumar
los rastrojos, los corrales y las casas para prevenir las enfermedades y alejar los
malos espíritus.
Desde los cuatros vientos cada elemento retornara con nuevas
fuerzas para fortalecer el espíritu colectivo y comunal, para continuar reconstruyendo
nuestra identidad, nuestra historia, nuestro idioma, restableciendo nuestros
territorios, fortaleciendo nuestra institucionalidad legitima de acuerdo a
nuestros autogobiernos, ejerciendo el derecho a la libre determinación como
herederos de una cultura milenaria, con identidad, espiritualidad, cosmovisión
y un territorio colectivo que traspasa los límites de los Estados actuales, en
contexto cultural, histórico, social, económico y político.
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