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6 de enero de 2017

CATAMARCA CUENTA SU HISTORIA EN LA RUTA DEL ADOBE



La Ruta del Adobe en Catamarca es un recorrido único en el país que ofrece la posibilidad de caminar y conocer construcciones hechas con este producto que datan del siglo XVI, son 55 kilómetros de historia y de paisajes maravillosos. La gastronomía es otro atractivo más de una ruta que invita a abrir todos los sentidos.

Los Diaguitas tuvieron el secreto de la construcción perfecta. Mezclando barro, estiércol y paja edificaron viviendas que luego de haber pasado 300 años de invasiones, guerras y el "progreso", aún continúan en pie. De Tinogasta a Fiambalá hay 55 kilómetros donde la aridez del paisaje, el sol y el horizonte desértico recrean la “Ruta del Adobe”, un atractivo turístico único en el país.

El calor no se siente dentro de estas casas de adobe, a pesar de que el termómetro marca más de treinta y siete grados y afuera el viento trae bocanadas cálidas que se trasladan por el valle. "A veces hace falta volver al pasado para darse cuenta cómo es posible vivir perfectamente sin aire acondicionado", cuenta Pedro un turista que se detiene a ver la belleza de esas construcciones en Tinogasta.


El adobe, tal cual lo hacían los diaguitas hoy es un método deseado y buscando por personas que desean vivir en una casa hecha con productos naturales. El adobe es un gran aislante térmico que origina un gran ahorro de energía al aprovecharla de la naturaleza y de los habitantes de las casas.

Tinogasta queda a 271 kilómetros de la capital provincial, está la orilla del río Abaucán. Es un pueblo tranquilo donde por las noches el cielo baja hasta estar al alcance de las manos. Allí está el Hostal Adobe Casagrande, un edificio construido con esta técnica que data de 1897. La historia se oye en sus frescas paredes. Se trata de una antigua posta que daba techo al batallón “Cazadores de los Andes”

A pesar de su edad, el interior del Hostal es una muestra de cómo es posible diseñar un interior tan confortable como sugestivo con todas las comodidades de la vida moderna. Cuenta con habitaciones temáticas, restaurante, salón de juegos, gimnasio y jacuzzi. Visitar este lugar y quedarse unos días aquí es vivir un viaje en el tiempo.


El Centro Cultural Municipal, de 1898, abre todos los días sus puertas para brindar actividades culturales que tiene que ver con la fuerte tradición indígena de la región. Cuenta con una biblioteca y el Museo Arqueológico Tulio Robaudi. El visitante puede optar por continuar viajando por el tiempo si se traslada a 15 kilómetros hasta El Puesto y camina por el Oratorio de los Orquera cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos: 1740. En su interior hay un confesionario de algarrobo macizo. El silencio allí huele a historia, detrás se pueden ver los cerros que despliegan una paleta de tonos ocres, son los custodios de la tranquilidad del lugar.

La Ruta del Adobe se despliega por la Ruta 60, la presencia de edificios religiosos domina, como la iglesia Nuestra Señora de Andacollo. La construcción más antigua se halla en Anillaco, se trata de la capilla Nuestra Señora del Rosario, hecha a mano por indígenas en 1712, por órdenes de Juan Gregorio Bazán de Pedraza IV. Fue el primer español que vivió en zona. Es la casa más antigua de toda la provincia. La particularidad es que no tiene ventanas, ya que el templo también era un fuerte en tiempos en los que los pueblos originarios no estaban contentos con la presencia del hombre blanco allí.

Todo allí está hecho de adobe. Las paredes tienen un metro de espesor. Cerca de Anillaco está la vieja ciudadela diaguita Watungasta, donde aún hay restos de pucarás y construcciones de origen inca.


El recorrido termina en Fiambalá, donde la aridez deja paso al pastizal y a diferentes plantaciones que marcan un contraste con la aridez de la ruta. La oferta hotelera y gastronómica es amplia y variada, la noche regala destellos en el cielo y la temperatura baja para contrarrestar el calor del día. Entonces sólo se trata de disfrutar los tamales y empanadas, el locro y el ancacho, para terminar con un pan de membrillo y nueces confitadas, mientras se prueba un vino regional.

Fuente: El Federal

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